UN MEMORABLE DISCURSO DE "CANTINFLAS"
Por la internet está circulando intensamente este discurso ficticio, pronunciado en 1967 por el famoso comediante mexicano Mario Moreno "Cantinflas", supuestamente ante la Organización de Naciones Unidas, en la película "Su Excelencia", de Miguel M. Delgado, donde hacía el papel de embajador. Su genialidad nos ha tentado reproducirlo en esta sección.
Me ha tocado en suerte ser último orador, cosa que me alegra mucho porque, como quien dice, así me los agarro cansados.
Sin embargo, sé que a pesar de la insignificancia de mi país que no tiene poderío militar, ni político, ni económico ni mucho menos atómico, todos ustedes esperan con interés mis palabras ya que de mi voto depende el triunfo de los Verdes o de los Colorados.
Señores Representantes: Estamos pasando un momento crucial en
que la humanidad se enfrenta a la misma humanidad.
Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e
intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo. La opinión mundial
está tan profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables,
que dado el singular caso, que queda en solo un voto. El voto de un país débil y
pequeño pueda hacer que la balanza se cargue de un lado o se cargue de otro
lado. Estamos, como quien dice, ante una gran báscula: por un platillo ocupado
por los Verdes y con otro platillo ocupado por los Colorados. Y ahora llego yo,
que soy de peso pluma como quien dice, y según donde yo me coloque, de ese lado
seguirá la balanza.
¡Háganme el favor!... ¿No creen ustedes que es mucha responsabilidad para un
solo ciudadano? No considero justo que la mitad de la humanidad, sea la que
fuere, quede condenada a vivir bajo un régimen político y económico que no es de
su agrado, solamente porque un frívolo embajador haya votado, o lo hayan hecho
votar, en un sentido o en otro.
El que les habla, su amigo... yo... no votaré por ninguno de los
dos bandos (voces de protesta). Y yo no votaré por ninguno de los dos bandos
debido a tres razones: Primera, porque, repito que no se sería justo que el sólo
voto de un representante, que a lo mejor está enfermo del hígado, decidiera el
destino de cien naciones; Segunda, estoy convencido de que los procedimientos,
repito, recalco, los procedimientos de los Colorados son desastrosos (voces de
protesta de parte de los Colorados); ¡y Tercera!... porque los procedimientos de
los Verdes tampoco son de lo más bondadoso que digamos (ahora protestan los
Verdes).
Y si no se callan ya yo no sigo, y se van a quedar con la sensación de saber lo
que tenía que decirles.
Insisto que hablo de procedimientos y no de ideas ni de
doctrinas. Para mí todas las ideas son respetables aunque sean "ideítas" o "ideotas",
aunque no esté de acuerdo con ellas.
Lo que piense ese señor, o ese otro señor, o ese señor (señala), o ese de allá
de bigotito que no piensa nada porque ya se nos durmió, eso no impide que todos
nosotros seamos muy buenos amigos.
Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera
de pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo
tratamos de imponérselo a los demás y si no lo aceptan decimos que son unos
tales y unos cuales y al ratito andamos a la greña. ¿Ustedes creen que eso está
bien? Tan fácil que sería la existencia si tan sólo respetásemos el modo de
vivir de cada quien.
Hace cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes pero más grandes de
nuestro continente: "El respeto al derecho ajeno es la paz" (aplausos).
Así me gusta... no que me aplaudan, pero sí que reconozcan la sinceridad de mis
palabras.
Yo estoy de acuerdo con todo lo que dijo el representante de
Salchichonia (alusión a Alemania) con humildad, con humildad de albañiles no
agremiados debemos de luchar por derribar la barda que nos separa, la barda de
la incomprensión, la barda de la mutua desconfianza, la barda del odio, el día
que lo logremos podemos decir que nos volamos la barda (risas).
Pero no la barda de las ideas, ¡eso no!,¡nunca!, el día que pensemos igual y
actuemos igual dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en
autómatas.
Este es el grave error de los Colorados, el querer imponer por la fuerza sus
ideas y su sistema político y económico, hablan de libertades humanas, pero yo
les pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios países?
Dicen defender los Derechos del Proletariado pero sus propios obreros no tienen
siquiera el derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura universal al
alcance de las masas pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir
la verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo hace
años que oprimen una serie de naciones sin permitirle que se den la forma de
gobierno que más les convenga. ¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de
dignidad y acto seguido atropella lo más sagrado de la dignidad humana que es la
libertad de conciencia eliminando o pretendiendo eliminar a Dios por decreto?
No, señores representantes, yo no puedo estar con los Colorados, o mejor dicho
con su modo de actuar; respeto su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo dar
mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la
tierra. (voces de protesta).
¡El que quiera ser Colorado que lo sea, pero que no pretenda teñir a los demás!
-los Colorados se levantan para salir de la Asamblea-. ¡Un momento jóvenes!,
¿pero por qué tan sensitivos? Pero si no aguantan nada, no, pero si no he
terminado, tomen asiento.
Ya sé que es costumbre de ustedes abandonar estas reuniones en cuanto oyen algo
que no es de su agrado; pero no he terminado, tomen asiento, no sean
precipitosos... todavía tengo que decir algo de los Verdes, ¿no les es gustaría
escucharlo?
Siéntese (va y toma agua y hace gárgaras, pero se da cuenta que es Vodka). Y
ahora, mis queridos colegas Verdes, ¿ustedes qué dijeron?: "Ya votó por
nosotros", ¿no?, pues no, jóvenes, y no votaré por ustedes porque ustedes
también tienen mucha culpa de lo que pasa en el mundo, ustedes también son medio
soberbios, como que si el mundo fueran ustedes y los demás tienen una
importancia muy relativa, y aunque hablan de paz, de democracia y de cosas muy
bonitas, a veces también pretenden imponer su voluntad por la fuerza, por la
fuerza del dinero.
Yo estoy de acuerdo con ustedes en que debemos luchar por el bien colectivo e
individual, en combatir la miseria y resolver los tremendos problemas de la
vivienda, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy de acuerdo con
ustedes es la forma que ustedes pretenden resolver esos problemas, ustedes
también han sucumbido ante el materialismo, se han olvidado de los más bellos
valores del espíritu pensando sólo en el negocio, poco a poco se han ido
convirtiendo en los acreedores de la humanidad y por eso la humanidad los ve con
desconfianza.
El día de la inauguración de la Asamblea, el señor embajador de
Lobaronia dijo que el remedio para todos nuestros males estaba en tener
automóviles, refrigeradores, aparatos de televisión; ju... y yo me pregunto:
¿para qué queremos automóviles si todavía andamos descalzos?, ¿para qué queremos
refrigeradores si no tenemos alimentos que meter dentro de ellos?, ¿para qué
queremos tanques y armamentos si no tenemos suficientes escuelas para nuestros
hijos? (aplausos).
Debemos de pugnar para que el hombre piense en la paz, pero no solamente
impulsado por su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber
que tiene de superarse y de hacer del mundo una morada de paz y de tranquilidad
cada vez más digna de la especie humana y de sus altos destinos.
Pero esta aspiración no será posible sino hay abundancia para todos, bienestar
común, felicidad colectiva y justicia social. Es verdad que está en manos de
ustedes, de los países poderosos de la tierra, ¡Verdes y Colorados!, el
ayudarnos a nosotros los débiles, pero no con dádivas ni con préstamos, ni con
alianzas militares.
Ayúdennos pagando un precio más justo, más equitativo por
nuestras materias primas, ayúdennos compartiendo con nosotros sus notables
adelantos en la ciencia, en la técnica... pero no para fabricar bombas sino para
acabar con el hambre y con la miseria (aplausos). Ayúdennos respetando nuestras
costumbres, nuestras costumbres, nuestra dignidad como seres humanos y nuestra
personalidad como naciones por pequeños y débiles que seamos; practiquen la
tolerancia y la verdadera fraternidad que nosotros sabremos corresponderles,
pero dejen ya de tratarnos como simples peones de ajedrez en el tablero de la
política internacional.
Reconózcannos como lo que somos, no solamente como clientes o como ratones de
laboratorios, sino como seremos humanos que sentimos, que sufrimos, que
lloramos.
Señores representantes, hay otra razón más por la que no puedo dar mi voto: hace
exactamente veinticuatro horas que presenté mi renuncia como embajador de mi
país, espero me sea aceptada.
Consecuentemente no les he hablado a ustedes como Excelencia sino como un simple
ciudadano, como un hombre libre, como un hombre cualquiera pero que, sin
embargo, cree interpretar el máximo anhelo de todos los hombres de la tierra, el
anhelo de vivir en paz, el anhelo de ser libre, el anhelo delegar a nuestros
hijos y a los hijos de nuestros hijos un mundo mejor en el que reine la buena
voluntad y la concordia. Y qué fácil sería, señores, lograr ese mundo mejor en
que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos, ricos y pobres
pudiésemos vivir como hermanos. Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan
orgullosos, si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras, que
hace dos mil años, dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo,
sin frac ni condecoraciones: "Amaos... amaos los unos a los otros", pero
desgraciadamente ustedes entendieron mal, confundieron los términos, ¿y qué es
lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: "Armaos los unos contra los otros".
...
He dicho...".
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