"JAMES DE ROTHSCHILD",
DE ANKA MUHLSTEIN
Carlos Agüero
"James
de Rothschild"
Anka Muhlstein
(Título original: Baron James)
Editorial Javier Vergara, Buenos Aires. 1984
El siglo XIX marcó el triunfo del nuevo rico. Fue la época en que el hábil
hombre de negocios supo tomar las riendas del poder y desalojar a la
aristocracia tradicional. No obstante, se requería un genio muy especial para
poder acumular tamaña riqueza en medio de las convulsiones políticas de la
Francia de la época: se sucedieron cuatro regímenes distintos y dos
revoluciones. Sólo un hombre dotado de olfato y astucia financiera podría no
sólo sobrevivir, sino prosperar.
El barón James nació y creció en el arcaico mundo del ghetto de Frankfurt. Desde
allí se encumbró como el banquero más importante de su tiempo. Llegó a París a
los diecinueve años de edad. Siempre hablaría francés con un fuerte acento
alemán. Entre 1814, un año antes de Waterloo, fecha de su llegada a París y
hasta 1830, supo su fabulosa fortuna.
El primer Rothschild en destacarse había sido el padre de James, Mayer Amschel,
nacido en 1744 en el seno de una familia establecida desde hacía tiempo en
Frankfurt. En el siglo XVII los patronímicos empezaron a aparecer con el
significado de un lugar de nacimiento, de una ciudad de origen, de una
profesión, de pertenecer a una familia de rabinos. El lugar de residencia
proporcionaba los patronímicos más estables, esa sí que el nombre de Rothschild
se originó en un cartel rojo – Rot Schild- que servía de identificación a una
casa ocupada por la familia. El nombre quedó fijado cuando Mayer Amschel no
quiso cambiar de color, pese a haberse instalado en una casa que tenía un cartel
verde.
Mientras que Londres había sido la base se una comunidad judía próspera de seis
mil personas desde el siglo XVI, en el París prerrevolucionario sólo vivía un
puñado de judíos. Luego los judíos de Francia fueron capitanes en la Guardia
Nacional, tenientes de policía y jueces de paz. Innumerables judíos empezaron a
ser más en París y, hacia fines de la Revolución, la población hebraica de la
capital había aumentado hasta cerca de tres mil de ellos. Prosperaron no menos
vigorosamente durante el Imperio, pues Napoleón refrendó todas sus libertades
civiles; el Emperador convocó incluso una asamblea general de judíos que se
convirtió en el Gran Sanedrín, un cuerpo encargado de facilitar la asimilación
de los judíos, dejándolos al mismo tiempo en libertad de practicar su religión.
Las operaciones practicadas por los Rothschild en esa época son muy difíciles de
desentrañar. Sus carta, siempre redactadas en un alemán incorrecto y transcrito
en caracteres hebreos, con una letra ilegible se hacen deliberadamente más
oscuras cuando los confidentes trataban un tema ilícito o confidencial. En ese
mundo secreto, de lenguaje en clave, un rabino llamado Meyer se había convertido
en el duque de Richelieu; también utilizaban los nombres de otros rabinos para
hablar de guineas (la moneda de la época). “En consecuencia, nadie puede saber
con certeza cuándo los Rothschild empezaron a ser considerados auténticos
agentes del gobierno británico. Sin embargo, es evidente que hacia 1813 se
habían convertido en un factor importante de la máquina de guerra montada por la
coalición antifrancesa, y que desempeñaron un papel primordial en la
transferencia de subsidios desde Gran Bretaña a los aliados continentales. Sin
duda éste fue el período en que los hermanos Rothschild ganaron más dinero,
duplicando la extensión de sus redes comerciales a un ritmo de crecimiento que
ya nunca más pudo ser igualado.” A James no le gustaban las revoluciones. Para
empezar, cualquier conmoción obraba negativamente en las cuotas de interés.
Además estaba demasiado identificado con la Santa Alianza para albergar
ilusiones sobre la opinión que los liberales podían tener de él.
Hay que decir que los Rothschild nunca han dejado de aceptar las
responsabilidades del liderazgo dentro de la colectividad judía. Así lo piensa
Anka Mulhstein al finalizar su biografía. “A pesar de los cambios que se han
producido en nuestra sociedad, los descendientes de James han seguido sirviendo
en la presidencia del Consistorio y en los comités que dirigen sus actividades.
Cuando Alain de Rothschild murió en 1982 los tenderos del distrito judío más
pobre de París cerraron por una hora en señal de duelo”
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