MINISTERIO DE PROPAGANDA:
¿E' QUE CURTULA ME AULAN?

por Cristian Salazar Naudón
Secretario General de la Corporación de Defensa de la Soberanía


"NO LOS JUSGEN POR LO QUE EMOS LUCHADO"
(Vistoso rayado mural del FPMR en Av. Macul con Agrícola, año 1992)

"Cállate vo', cabro chico de mierda... hueón"
(Ex Ministro de Educación, don Sergio Bitar, insultando a un representante de la juventud RN al final del último debate presidencial Bachelet-Piñera, el 05 de enero de 2006)

Esta semana, como todos los 20 de enero, se celebra el Día del Roto Chileno, en homenaje al personaje que identifica con mayor acierto la identidad del Chile urbano y que, en similar fecha de 1839, nos dio el triunfo rotundo en Yungay, contra la Confederación Perú-Boliviana. Nada regocija más que la forma en que hablan nuestras clases populares, especialmente en los campos y, por su puesto, en el Roto Chileno, mismo que inspirara ríos de tinta desde la pluma de nuestro querido y reverenciado Nicolás Palacios, a quien homenajeáramos en la edición anterior de Alerta Austral.

En el Roto, en el huaso, en el minero y en todos los chilenos esenciales, la fonética castellana queda sometida a los arcaísmos de las capacidades lingüísticas generales de nuestro pueblo, y así, don Pedro pasa a ser "on Peiro" y el señor Isidro se transforma en "eñor Isigro". Lejos de ver allí la corrupción del lenguaje que algunos siúticos alertan histéricos, personalmente las contemplo con gusto, como si se tratara de una reserva de nuestras raíces y de nuestras capacidades originales de expresión oral, antes de que la marcha histórica nos hiciera adoptar nuestro actual idioma.

Sin embargo, parece ser que nuestras autoridades -tan ajenas en su mayoría al patrimonio cultural de nuestros campos y de nuestros rotos- valoran más el coa y las flayteadas que a nuestros verdaderos rasgos culturales, aquellos que nos distinguen. Una diputada PPD, por ejemplo, corrió a tribunales a interponer querellas contra una radio cuando se supo la existencia de una burlona campaña juvenil de la estación, titulada "pitéate un flayte" y destinada a hacer mofa de los delincuentes, en una de las escasas ocasiones en que la vulnerable sociedad chilena tiene la oportunidad de desestresarse frente a sus peores verdugos que, sin embargo, son los mayores protegidos del poder político y de la religión de los derechos humanos sin deberes humanos. La campaña del condón 2005 -en otro ejemplo- es lo más rasca que se haya visto desde las calcomanías con faltas ortográficas de los antiguos microbuses ruidosos que cruzaban Santiago; tan flayte, que ni siquiera fue bien entendida y buena parte del grupo objetivo de jóvenes a los que iba principalmente dirigida, declaró no comprender del todo el mensaje.

¿En qué manos tenemos la cultura de nuestro país? Una directora de la división de cultura que no conoce el nombre del caballo del Quijote, una ministra de educación que llama "jockers" a los hackers que sabotearon la página de su cartera, y un sucesor en el ministerio que -en un evidente caso de notable abandono de deberes- deja al mismo botado de la noche a la mañana para correr a asistir en las encuestas a la presidenciable concertacionista y poco antes del desastre de los resultados de las pruebas de medición de la calidad de la educación chilena, no son buenos síntomas del ambiente en que ha quedado confiado uno de nuestros principales patrimonios nacionales e históricos.

Sin embargo, el problema es mayor y no exclusivo del Gobierno de turno, ni siquiera cuando utilizó un Premio Nacional para pagar los favores políticos de un poeta onanista y de ojos saltones para la campaña de Ricardo Lagos. Hay un trasfondo de representatividad que hace crisis en la cultura actual (exactamente como sucede en la política partidista, que no representa a nadie) y que reduce todo el concepto patrimonial de la cultura a la mera industrial del arte escenográfico o pictórico ocasional. La cultura, de hecho, está tan desprestigiada y vulgarizada que hoy se la asocia dogmáticamente al mero y frívolo ambiente del espectáculo, donde rondan algunas de las mascotas más leales del menguante gobierno.

Recientemente, el Gobierno inició la creación del Ministerio de la Cultura, con sede en Valparaíso. Las mismas autoridades que se negaron a quitarle el IVA a los libros y que han defendido el nefasto sistema de educación copiado de España para introducirlo en nuestras aulas escolares (que, entre otras cosas, eliminó el estatus de las escuelas especiales, obligando a los niños con retardo o problemas de aprendizaje a trabajar al ritmo del resto y/o viceversa), consideran que entre las urgencias de un país con 550 mil cesantes reconocidos, récord de drogadicción y cifras escandalosas de distribución de riqueza, definitivamente está la forma de cultura que hemos descrito asociada al espectáculo... Pero la cultura entregada y administrada por el Estado, entiéndase.

Felices están con ello los gremios artísticos, esos mismos tan devotos del humanismo socialista que se van a vivir en "comunidades ecológicas" propias y se engrifan como gatos (o "como pumas", para que suene más conservacionista) cuando les anuncian sobre el posible traslado de las rotadas de una toma ilegal en Peñalolén hasta sus inmediaciones. Obvio, si los representantes de la cultura pastiche nacional siempre han sido un sector proclive al actual gobierno y han recibido el correspondiente pago de favores, a diferencia de otros sectores sociales que no han gozado de privilegios como el Fondo de las Artes y la Cultura, la Ley Valdés de Donaciones Culturales o la Ley de Fomento del Cine. Y, con todo el respeto de los artistas chilenos, comprenderán que su comodidad no es prioridad cuando otros pagan duros precios por no pertenecer al clan selecto de fans siempre disponibles al socialismo concertacionista, como los pescadores, los mineros, los gremios de la salud, los transportistas, los trabajadores agrícolas y tantos otros agentes de la verdadera cultura chilena, de la identidad nacional e histórica de nuestro país, por cierto.

No hay duda de lo necesario que es en nuestros días el fomento de la cultura desde el Estado. Pero la historia de la humanidad no da buenos ejemplos de lo que sucede cuando es el Estado quien dirige la cultura, convirtiéndola frecuentemente en propaganda y herramienta de manipulación. Baste sino, ver lo que ha sucedido con el Fondart: desde su primera repartición de tesoros, en 1993, este organismo se había convertido en una siniestra distribuidora de fondos fiscales entre sanguijuelas que vivían estirándole las manos al Fisco y que dejaban apenas unos cuantos vueltos para los verdaderos promotores del arte amateur. La Universidad de Chile se daba hasta el gusto de tener profesores que, desde el jurado, seleccionan y premian a sus propios alumnos, acaparando la mayor cantidad de proyectos congratulados. Las sumas más grandes del fondo, sin embargo, vienen con etiqueta de reserva desde el momento mismo en que salían de la división de cultura: algunos ex directores de las campañas políticas concertacionistas se llevan los gruesos, además de algunos artistas que ni siquiera viven en Chile, como sucedió con el cuadro que ofendía grave y gratuitamente a la memoria del prócer Simón Bolívar, realizado por un autor con residencia en Australia.

Las cargas ideológicas también son fatales para la cultura subordinada y servil de nuestros días, especialmente cuando se quiere construir verdades de exportación con ella. En el tedioso y agotador collage de cortos fílmicos resumidos bajo el título "11'09''01 - September 11", dedicado al atentado de las Torres Gemelas (pero que, si no fuera por la breve actuación de lujo de Ernest Borgnine, pasaría más bien una afrenta o sátira), aparece un segmento concentrado en un típico espécimen exilatum chilensis: un izquierdista llamado Vladimir -como su ideólogo-, que prefirió exiliarse en el monstruo capitalista y explotador de Inglaterra y lejos de los paraísos rojos que había ya entonces tras la cortina de hierro. Con un aire compungido, lee las líneas de una carta que escribe con congoja sobre el 11 de septiembre chileno en donde repite con terror la cifra de víctimas fatales de la dictadura: "¡treinta mil!", lo equivalente a más de diez informes Rettig. Vale advertir que don Vladimir ya antes había actuado como extra en otros filmes sin relevancia y en Londres se presenta como peruano, además de participar en un grupo folklórico que toca por Europa música de ese país. Sin embargo, he ahí a "11'09''01 - September 11", aplaudida hasta destajo por la crítica, exhibida en salas de cine-arte y usada internacionalmente como condimento para la realidad que se vende en el exterior sobre nuestro país, allí representado por un charlatán con sendas dificultades de honestidad. El mito queda establecido.

En Chile, el experimento comunicacional del  "11'09''01 - September 11" lo venimos viendo desde hace tiempo en nuestra faja larga y cada vez más angosta. El proyecto cinematográfico "El Efecto Péndulo", destinado a convertir en héroes a los terroristas FPMR que escaparon de la Cárcel de Alta Seguridad en helicóptero, recibió del Fondart, durante el año 2000, la suma de 42 millones de pesos. Nada raro: figuraba como director uno de los más conocidos regalones de la izquierda concertacionista.  Sin embargo, tan pronto como llegó el dinero a manos de los productores, éste fue sacado abruptamente para ser reemplazado por un mexicano de escasa trayectoria, demostrando que la presencia del primer director chileno sólo tenía por objeto echar a andar las preferencias de la camarilla política que ronda hasta la sofocación todas las instancias de difusión cultural que pasan por el Estado y, particularmente, por estos últimos gobiernos. ¿Será éste el destino que espera al "Ministerio de la Cultura"?

Mientras tanto, los demás esperan. Esperarán como siempre. En Purén, por ejemplo, los administradores del fuerte histórico del poblado han debido improvisar una sala llena hasta el cuello de piezas históricas, reliquias, urnas funerarias indígenas y hasta restos paleontológicos encontrados en sucesivas excavaciones en la zona, de modo que el visitante debe pasar de puntillas entre incalculables tesoros arqueológicos, a riesgo de que cualquier turista distraído tropiece y destruya mil años de historia de un solo zapatazo. Las veces que se ha solicitado ayuda financiera para resolver esta situación, intendentes, gobernadores y ministros se lavan las manos. No menos absurdo ha sido el caso de grupos folklóricos infantiles como "Los Grillitos de Graneros", que han ganado toda clase de premios nacionales de cultura, menos un Fondart. Al hacer públicamente esta denuncia, el director del grupo, Miguel Gutiérrez, dejó boquiabiertos a los presentes en una reunión donde recibió el Premio Gobierno Regional, en San Vicente,  por reconocimiento a su trabajo, durante el año 2001.

Quisiera poner en el tapete, además, el caso del destacado coleccionista e investigador histórico de la Guerra del Pacífico, Marcelo Villaba Solanas, colaborador de Alerta Austral, quien ha paseado por nuestro país con su enorme colección de reliquias de la guerra a cuestas, por los museos y casas culturales, si haber encontrado jamás apoyo decidido de parte del Estado para la instalación de estas valiosísimas piezas en un museo propio que no costaría ni un cuarto de lo que vale toda su colección (www.guerradelpacifico1879.cl). En contraste, algunos centros culturales dedicados a la conmemoración de nombres que representan iconografía pop para las poleras usadas por algunos chiquillos de izquierda, han recibido toda clase de caricias y hasta sedes propias de regalo.

Hay muchas señales que sugieren que la cultura chilena está en coma. En lugar de asistirla y difundirla, la corrosión que trae consigo la política partidista y el sectarismo ideológico que intoxica a nuestra sociedad, convierte los restos de nuestro patrimonio cultural en instrumentos fáciles de proselitismo y de propaganda, generalmente tras el paradojal concepto de la "cultura de masas" o, al otro lado, del "arte alternativo". Adiós al arte y a las letras; desde ahora, será el turno del graffiti y del panfleto. Mejor empezar a aprender a bailar el reguetón.

Quisiéramos creer que el Ministerio de la Cultura (puesto en manos de un confeso admirador de Gramsci) será el impulso que necesita esta tan postergada área de nuestra realidad nacional, pero la experiencia interna y externa nos sugieren lo contrario. Nada nos hace dudar, hasta ahora, que la cultura seguirá reducida a un grupo liliputiense de artistas al servicio del centro INGSOC gubernamental, cuyo mayor aporte a la historia patrimonial chilena quedará como registro polvoriento en las otrora coloridas páginas de la prensa sensacionalista.


Centro Informativo de ALERTA AUSTRAL - Santiago de Chile - http://www.alertaaustral.cl - 2005