MERCOSUR, MERCOFRACASO, MERCOCRISIS

por Cristian Salazar Naudón
Secretario General de la Corporación de Defensa de la Soberanía


Hemos dicho hasta la majadería que nuestras autoridades viven y gobiernan en un país con el mismo nombre que el nuestro, pero situado en otro lugar y en otra dimensión, lo que explica que, congraciando a los participantes de la Cumbre MERCOSUR celebrada por estos días en Montevideo, el Presidente Ricardo Lagos Escobar haya declarado muy sonriente:

"A partir de enero de 2006, al cumplirse diez años de nuestro ingreso como Estado asociado, se va a poder considerar que hemos llegado a una cierta meta, porque hemos alcanzado un área de libre comercio".

Esto significaría entrar como miembro pleno del bloque económico y no sólo en calidad de socio, como ha sido hasta ahora.

Como se sabe, el proyecto del Mercado Común del Sur nació en el marco de la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), cuando Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay firman el Tratado de Asunción del 26 de marzo de 1991. Tal como sucediera con la ALALC y la Comunidad Andina de Naciones, el nuevo acuerdo de integración económica fue tomado como un hito en la consolidación del sueño bolivariano de una América unida y unificada.

Pero, como también ha sucedido con todos los experimentos entre economías altamente competitivas y egoístas, desde la instalación de su primera piedra hasta nuestros días, el MERCOSUR no ha hecho más que dar tumbos y mantener empantanadas las economías de los países miembros, sumidos en procesos progresivos (o regresivos, mejor dicho) de izquierdización y de cuestionamiento precisamente del modelo neoliberal bajo el cual fueron concebidos y trazados los mecanismos del bloque.

Otro detalle interesante es que, salvo por el caso del General Rodríguez Pedotti en Uruguay, todos los precursores del MERCOSUR se caracterizaron por el desastroso manejo de sus respectivos gobiernos en materias de economía interna: Collor de Melo en Brasil, Menem en la Argentina y Lacalle del Paraguay. Los tres fueron acusados, además, de graves episodios de corrupción.

Influencia del Brasil ¿Chile necesita al MERCOSUR?

Desde 1911, Francisco Antonio Encina dejó anunciado en "Nuestra Inferioridad Económica" el problema que enfrenta la economía chilena al estar permanentemente eclipsada por los volúmenes y la magnitud de la economía argentina. Como no podían faltar, los bailarines rituales del macumba bolivariano saltaron heridos como por el rayo y profirieron toda clase de anatemas contra esta obra que, sin embargo, no sólo han sido incapaces de desmentir, sino que ha sido reafirmada por los hechos...

...Por los hechos, y por ensayos posteriores tan notables como "Presencia del Brasil: 1500-1973", de Oscar Espinosa Moraga, que en 1974 advertía con clarividencia única sobre la necesidad de Chile de entenderse directamente con el Brasil para potenciar el desarrollo económico en base a la satisfacción de las necesidades del gigante carioca en su proyección comercial al Pacífico, además de los puntos comunes de entendimiento estratégico y militar dentro de la región.

Pero, por el contrario, nuestras autoridades insisten tozudamente en subordinar al ritmo de los chipotes del MERCOSUR o, más recientemente, a la fantástica Unión Económica Sudamericana proclamada en Lima (y que ya parece haber muerto antes de nacer) toda forma de relación Chile-Brasil, única que en este momento sería capaz de equilibrar los centros de poder continental y hacer participar a la región del meridiano estratégico que hoy constituye el Océano Pacífico, sobre el cual Chile tiene una ubicación privilegiada.

Pero la terquedad se impone. Es como si un secreto elástico invisible siguiera forzando las decisiones económicas de Chile a beneficiar más a la Argentina que al Brasil, incluso si esto va en desmedro de nuestros propios intereses: El dogma de la integración hispanoamericana, que mira a menos al ex imperio portugués enclavado en Sudamérica.

¿A quién le sirve el MERCOSUR?

Desde los proyectos de integración comercial de los años setenta que inspiraron al MERCOSUR, hasta el inicio formal del mismo, mucha agua había corrido bajo el puente de América Latina. La verdad es que fue demasiada: los regímenes militares de los respectivos países habían sido desplazados por fuerzas civiles democráticas, pero cargadas de visiones estratégicas que, con frecuencia, han resultado inestables y altamente ideologizadas, con una tendencia natural a la izquierdización, a la polarización política y a tomar posiciones con respecto a la influencia del Brasil dentro del mismo vecindario continental, como también lo advirtiera Espinosa Moraga en otra de sus extraordinarias obras: "El Aislamiento de Chile" (Editorial Nascimiento, 1961).

Si el eje estratégico del MERCOSUR sigue y seguirá siendo el Brasil, cabe preguntarse, entonces, ¿qué pito toca la Argentina, con una economía prácticamente en coma y con una pirámide invertida de crecimiento, pero, sin embargo, marcando los lineamientos y boceteando los pasos del bloque?

Vamos por parte: la estabilidad política platense frágilmente recuperada por el ex montonero Néstor Kirchner, a partir del 2003, coincide con su ofensiva de acercamiento al izquiedismo y al castrismo continental justamente a través del MERCOSUR en desmedro de las posiciones panamericanistas. Esto último ha sido confirmado con la aprobación de la virtual entrada de la Venezuela chavista al grupo económico, durante la pasada semana, con lo que la patria de Bolívar toma su puesto en la fila de ingreso junto a Bolivia y a Chile.

Luego, y un tanto acorralado por el nuevo escenario, el Presidente del Brasil, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, sigue dividido entre las posiciones panamericanistas -que consideran la integración de Estados Unidos y del Área de Libre Comercio de las América, ALCA- y las posiciones marginalistas del socialismo continental que buena parte del vecindario espera atentamente de él.

El problema es que estas últimas tendencias han ido cobrando fuerza dentro del MERCOSUR, ya que prefieren la marginación de los Estados Unidos, la incorporación de Cuba y la tendencia a la fusión del bloque bajo peroratas de fraternidad americanista. Esta es la posición sostenida principalmente por Kirchner en Argentina, Tabaré Vásquez en Uruguay y Hugo Chávez en Venezuela.

Chile: nada que hacer en el bloque

Junto al fenómeno de politización y polarización izquierdizante del MERCOSUR, otro hecho también confirma "geopolíticamente" que Chile no tiene nada que hacer en este grupo: Si se pone atención en la situación geográfica de los países que lo integran, se puede advertir con claridad que todos corresponden a países del área subregional atlántica: naciones latinoamericanas de dependencia directa o indirecta con el Atlántico.

Esta tendencia periférica se observa incluso en los otros postulantes al grupo: Bolivia (que, a pesar de su permanente demanda marítima en el Pacífico, manifiesta un comportamiento comercial próximo a la condición atlántica, especialmente en sus provincias orientales) y Venezuela, que lidera políticamente el polo de izquierdización en Sudamérica bajo el peldaño del castrismo cubano. Sólo Chile rompe este patrón, precisamente por estar en una situación estratégica distinta, comprometido con intereses panamericanos (guste o no) y con un acceso al meridiano del poder del Pacífico que constituye, en esencia, el mismo foco atención que el MERCOSUR pretende compensar con la mancomunidad de fuerzas económicas al otro lado de la región, por el Atlántico.

La situación de Chile parece corresponder más bien a la de México (que sólo opera como observador del MERCOSUR y a cuyo mandatario Vicente Fox, el presidente venezolano Chávez calificó como "cachorro del Imperio"), Colombia, Ecuador o Perú, este último país empeñado en lograr su propio TLC con los Estados Unidos y preservar el Pacto Andino con clara orientación panamericana en sus conveniencias.

Recordemos que las negociaciones formales para iniciar la creación del ALCA propuesta en Miami en 1994, nacieron justamente en Santiago de Chile en abril de 1998, durante la II Cumbre de las Américas, lo que ha contribuido a la demonización y aislamiento de Chile por parte de la izquierda continental, refugiada tras la "cortina de hierro" de ese MERCOSUR bañado por las aguas atlantes.

¿Y por qué el Presidente Lagos se empeña, entonces, en tratar de pertenecer a un club donde Chile no es bienvenido? Simplemente, por lo que hemos repetido hasta la afonía: el primer mandatario y sus asesores viven en otro país; un Chile donde sigue llegando el gas que Argentina se comprometió proveer de modo ininterrumpido en 1995 y donde todos los vecinos nos quieren y está orgullosos de nuestros progresos macroeconómicos, pues los ven como suyos.

Del "Mercofracaso" a la "Mercocrisis"

Pues bien, en este Chile (en el que habitamos nosotros) las cosas con con el MERCOSUR no marchan en barcos de miel dorada. Si en 1990 Argentina tenía un intercambio comercial con Chile de US$ 616,6 millones (el 3,6% del total del intercambio chileno), diez años después, el intercambio argentino con Chile ya iba en US$ 3.514 millones (el 9,6% del comercio chileno). Irónicamente, hasta hace poco Kirchner "exigía" a Chile (!) ampliar las bandas de precios.

Tómese en cuenta que el movimiento comercial chileno-argentino es favorable a Buenos Aires y así lo ha procurado permanentemente el país platense, sea con planes de integración "bilateral", o bien con relaciones vía MERCOSUR. De hecho, la evaluación 2003 sobre la economía del año anterior arrojó por espantoso resultado, que el movimiento comercial entre ambos países -a pesar de alcanzar uno de sus niveles históricos con 3.296 millones de dólares- se distribuía en un 92,93% para la Argentina y un duéndico 7,19% para Chile, con lo que queda en evidencia que esta integración, en la práctica, no tiene nada de "bilateral".

Para peor, durante los años 1995 y 2004, el déficit en nuestra balanza comercial con los países integrantes de bloque económico había crecido en... ¡¡¡un 469%!!!, casi exclusivamente por la influencia de este factor argentino, y especialmente por la caída de los envíos y sus incumplimientos en materias gasíferas. No obstante esto, la Casa Rosada hasta propuso el uso de los puertos chilenos en el Pacífico al servicio del grupo, lo que acentuaría más la desproporción monstruosa entre los beneficios a que, supuestamente, acceden proporcionalmente las partes. Recuérdese que una de las primeras medidas argentinas para celebrar la entrada de Chile al MERCOSUR, el año 2002, fue precisamente, subirnos los aranceles de exportación. Un tiempo más tarde, esta medida fue repetida por Brasil.

¿Qué sentido tiene, entonces, "asociarse" a un grupo que no cumple ni nos da garantías? ¿Qué nos hace aceptar que la tóxica influencia de la debacle económica argentina afecte a Chile de tal manera en el lapso de años señalado, que de los US$ 902,3 millones de déficit con los demás países del bloque, se pasó a US$ 5.133,5 millones? Al problema de orden estratégico que significa la asociación a un grupo confundido en marañas e intrigas políticas que siembran los internacionalismos por el continente, además, las cifras mencionadas demuestran que por culpa de la Argentina y de su permanente crisis, la relación de Chile con el MERCOSUR, lejos de reportar algún beneficio, se ha convertido en el vínculo exterior más deficitario y nocivo que tenga nuestro país con algún bloque comercial.

No sabemos a qué intereses responde el Presidente Lagos, entonces, para dejarle a su sucesor esta dañina cuota de compromisos con un bloque que, en quince años, no ha demostrado más que incapacidades crónicas y una actitud peligrosamente inoperante, lindante con la ineptitud absoluta.


Centro Informativo de ALERTA AUSTRAL - Santiago de Chile - http://www.alertaaustral.cl - 2005