REFORMAS CONSTITUCIONALES
Y PARTIDOS
COMO ÚNICOS REFERENTES
DE REPRESENTACIÓN SOCIAL
por Eduardo Valenzuela González
La Democracia, con sus variados apellidos,
ha sido una de las palabras más manoseadas que se conocen y en su nombre se han
cometido las peores aberraciones. Basta recordar que bajo el rótulo de la
“democracia socialista” se asesinaron a millones de rusos en manos de Stalin; o
cómo Estados Unidos financió decenas de dictaduras militares de extrema derecha,
que desangraron a tantos países latinoamericanos, incluyendo Chile, para
instaurar la necesaria “democracia occidental” que consolidara su modelo
especulativo y usurero. Todo en nombre de la Democracia. Y la Guerra Fría servía
de bisagra ideológica para dividir a los pueblos del mundo.
Desde comienzos de los 90’, consolidado el poder unipolar y hegemónico del
Dinero, se hacía necesario validar los modelos políticos impuestos en nombre de
la Democracia, especialmente en Latinoamérica. Al fin y al cabo estaba asegurada
la supremacía del capital especulativo financiero transnacional y el silencio
cobarde de nuestros dirigentes, sus lacayos. En efecto, los políticos, casta
privilegiada que goza de prerrogativas que el resto de los mortales simplemente
no tenemos, son los sostenedores naturales del modelo de dominación actual,
tanto de Izquierda, de Centro o de Derecha, como les gusta calificarse para
dividir a los pueblos, y están siempre atentos a las órdenes de sus amos
financistas. Es el sino inexorable de los tiempos.
En Chile, nuestros nóveles políticos, para no quedarse atrás, han acatado
mansamente las instrucciones. Para entender el contexto, es necesario hacer
historia. La salida “política” que dio término a la dictadura de Pinochet fue
decretada sin el consentimiento de los militares que cerraron filas con el
General. Los que pusieron a Pinochet en el poder debían sacarlo, ya que el
dictador había cumplido cabalmente su trabajo: cercenó la economía del país,
dejándola en manos de un grupo de piratas criollos, hoy alineados lealmente en
la UDI, los que se apropiaron de las industrias estratégicas para luego
venderlas a empresas transnacionales hambrientas de ganar mucho dinero, y que
vieron en Chile el mejor país en donde invertir con altos índices de
rentabilidad (curiosamente, muchos de estos adoradores del liberalismo, más
algunos magnates de la Concertación han declarado “amar” al presidente
socialista Ricardo Lagos lo que ratifica que las pugnas políticas entre ellos
son sólo para embaucar a la gente); el país quedó con la nefasta metástasis de
la división entre los partidarios y los detractores del General, caldo de
cultivo para el escenario político que se avecinaba; y sentaron las bases
institucionales para que los chilenos cambiaran de administradores: los
militares serían cambiados por los partidos. Así irrumpen los políticos, quienes
aparentando posiciones contrarias, se fueron acomodando por medio del sacrosanto
pragmatismo que llamaron Democracia de los Acuerdos. El protocolo obligaba a
cuestionar la Constitución de 1980 (una burla para los chilenos, pues fue
promulgada tras un tongo plebiscitario), ya que detractores y partidarios se
percataron que esto daba dividendos electorales, pues un pueblo dividido se
gobierna mejor (axioma preferido por quienes ostentan el poder).
Para revestirla de validez ciudadana, la Constitución fue modificada en dos
oportunidades: 1989, tras un plebiscito en que “moros y cristianos” estaban de
acuerdo, cuyas reformas fueron promulgadas por la Junta Militar, 54 reformas
orientadas principalmente a potenciar el pluralismo político; y 1994 la Leyes
Cumplido tendientes a indultar a procesados por delitos terroristas.
Y así pasaron largos 15 años, con “dimes y diretes” sobre la validez de
la Constitución Pinochetista, especialmente en épocas de elecciones en donde se
reverdecían los laureles de la falsa discordia. Pero era necesario dar un paso
definitivo para dar por terminada el “conflicto” y así dar por terminada la
Transición a la Democracia. Nada mejor que con reformas que catapultaran el
poder definitivo de los políticos, como únicos interlocutores válidos para
representar a la ciudadanía, castrando toda posibilidad de expresiones
ciudadanas surgidas desde la base social, con autonomía e independencia. Con la
promulgación de las reformas constitucionales de septiembre pasado, el plan
urdido desde oscuros salones fuera y dentro de Chile se había cumplido en su
totalidad.
Las reformas más significativas, que fueron gritadas a los cuatro vientos por
todos los honorables, encabezada por el Presidente Lagos en fastuosa ceremonia
efectuada el 16 de septiembre pasado en el Palacio de la Moneda no hacen sino
robustecer la hegemonía de los partidos políticos consolidando un modelo
institucional que no da espacio al movimiento social, sindical ni gremial: las
reformas no tienen incidencia alguna para la mayoría de los chilenos, cuyas
preocupaciones están en soportar sobrecarga laboral, endeudamiento, delincuencia
y bajos sueldos.
Estas son las reformas más importantes y de las que tanto se ufanan nuestros
inefables políticos:
Reducción del período presidencial, sin reelección de 6 a 4 años.
Eliminación de senadores designados.
Aumentan facultades fiscalizadoras de la cámara de diputados con los 3/5 de los diputados en ejercicio.
El Presidente de la Cámara de Diputados pasa a la línea de sucesión, tras el Presidente del Senado y el Presidente de la Corte Suprema para reemplazar al Presidente de la República.
Se elimina el concepto de legislatura ordinaria y extraordinaria, por legislatura de todo el año.
Se elimina función garante de las Fuerzas Armadas la que será asumida por todos los órganos del Estado.
Se elimina inmovilidad de los Comandantes en Jefe de las Fuerza Armadas y Director General de Carabineros.
El Consejo de Seguridad Nacional no se puede auto convocarse, siendo facultad exclusivas del Presidente de la República. En adelante será órgano asesor.
El Tribunal Constitucional cambia de composición: tres abogados designados por el Presidente de la República, tres designados por la Corte Suprema, dos designados por el Senado y otros dos que el Senado nombre en representación de la cámara de Diputados. Las Fuerzas Armadas, a través del COSENA no tendrá injerencia en estos nombramientos.
Serán chilenos los hijos de padre o madre chilenos nacidos en el extranjero, sin necesidad de mayores requisitos. Por lo tanto, no será necesario que el padre o madre esté en el extranjero en servicio de Gobierno, ni que la persona tenga que avecindarse por más de un año en Chile.
Se flexibiliza la cantidad de regiones del país, permitiendo que través de una ley orgánica constitucional se pueda modificar y suprimir regiones, provincias y comunas.
Queda claro que al mundo político le
interesa su auto conservación, pues no hay reformas que apunten a robustecer a
las organizaciones sociales, de trabajadores, estudiantes, Pymes. Por el
contrario se suprimió toda participación ajena a los partidos. El modelo de
dominación basado en el dinero, la usura y partidos políticos que siguen estas
“reglas del juego” tiene un fuerte espaldarazo con estas reformas a la
Constitución.
Más aún, uno de los temas más importantes que podrían garantizar un mínimo de
pluralismo fue dejado de lado. En efecto, “los honorables” dejaron intacta la
ley electoral binominal y con esto se esfumó cualquier opción de que
independientes puedan acceder al Congreso. Cada sector político recibe su
tajada.
En consecuencia tenemos dos alternativa: consolarnos con el menú electoral que
cada 4 años nos presenten y elegir a uno de ellos; o crear instancias de
convergencia de los sectores patrióticos que no se alinean al esquema de
izquierdas, centro o derechas, y que buscan encarnan lo mejor de nuestros
valores y tradición, en donde la solidaridad y el espíritu de chilenidad estén
por sobre las diferencias sociales. En lugar de encuentro de Unidad Nacional que
se aboque a luchar por nuestros intereses, en especial por compatriotas más
pobres. El desafío es construir una alternativa política y social con vocación
de poder e inspiración popular. Gran desafío. Chile nos necesita.
Centro Informativo de ALERTA AUSTRAL - Santiago de Chile - http://www.alertaaustral.cl - 2005